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HASTA LAS NARICES !!!

Parodias bautismales

Últimamente, cuando la televisión, no tiene suficientes noticias de envergadura con la cual vapulearnos la razón pura, ínterin de reducirnos nuestro intelecto a escombros, nos sorprende con cosas como una ceremonia, cuando menos, de portada de un tabloide amarillista, típico de culturas anglosajonas y que suelen detenerse en todo lo bizarro y friqui que esta sociedad nuestra ofrece.

El protagonista era un niño de cinco años, un tal Marcel Planell, al que sus padres han decidido ahorrarle el trámite eclesiástico y darle sus “primeras aguas” en el consistorio. El ritual –laico, por supuesto lo ofició el alcalde de la localidad, y consistió en un par de lecturas y una intervención de la madre de la criatura agradeciendo al municipio el gesto de dar la bienvenida a su vástago en la comunidad. En un ambiente (supongo) tolerante, plural, solidario,... es decir, modernillo y progre, los familiares, padrinos y demás parroquia gorrona que se da cita en este tipo de eventos, celebraron por todo lo alto la entrada del pequeño Marcel en la comunidad de vecinos. Entrañable. A fin de cuentas... los “bautizos”, independientemente del tipo que sean, son, lo que son.

Lo de los bautizos civiles no es, sin embargo, algo que se hayan inventado en Igualada. Ya el alcalde de Barcelona lo intentó hace unos años. Encargó que se seleccionasen los textos y la música y que algún catequista cursi de la nueva fe laica diese forma al rito. Después se echó para atrás, dicen que por temor a la reacción de la Iglesia. El edil barcelonés había recogido la idea de la localidad catalana de Alella que, un par de años antes y gracias a un regidor con ínfulas de San Juan Bautista, hizo desfilar a treinta niños por el ayuntamiento en los nueve meses que el bautizador alcalde estuvo al frente de la corporación. A más de tres por mes, toda una demostración de que la política municipal sirve para algo más que el trampeo inmobiliario y las multas de aparcamiento. Tras el cese del alcalde, la edificante experiencia no se ha vuelto a repetir en Alella, por un simple motivo: la sociedad, simplemente, no lo demanda. Quien quiere bautizar a su hijo va a la iglesia, quien no, lo celebra en casa. Tan sencillo como eso.

Los valedores del invento, quizá, tal vez, con cierto criterio, prefieren evitar eso de "bautismo civil". Para referirse a este tipo de ceremonias prefieren el más aséptico “Acto de bienvenida a la comunidad” o el más burocrático “Ceremonia civil de imposición de nombre”.

Ahora, partiendo de esto, quiero hacer una reflexión con cierta clama para no ponerme más cabreado de lo que estoy con estas cursilerías, más bien típicas, de un país de charanga y pandereta. Si uno no quiere pasar por el trámite eclesiástico, estas cosas se realizan en el seno de la familia, de forma privada, y sin armar excesivo ruido, con lo que desconozco, qué papel juegan los funcionarios municipales en todo este asunto.

Para mi modo de ver las cosas, ser ciudadano, se es, desde el momento en el que te inscriben en el Registro Civil a las 24 horas de nacer, por lo que no es necesario que un señor, por muy alcalde que sea, te otorgue carta alguna de ciudadanía. Y para que a uno le pongan un nombre –aunque sea feo- no veo yo, que tenga que ser delante de una barahúnda de curiosos ahítos de consagrar su fe ciega en el dios Estado.

Hasta hoy el que no quería bautizar a su hijo, no lo hacía. A nadie, que yo sepa, le obligaban a ello. En la civil ingresé el mismo día en que me inscribieron en el registro. Desde entonces soy ciudadano, español para más señas. Y sinceramente, si esto sigue así, tal vez, y en aras de mi salud intelectual, estoy sopesando pedir la baja voluntaria, si me deja el alcalde, claro.

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